La vida está en otra parte

jueves, diciembre 29, 2005

Premios Scaramouche 2005

Libro del año
"La vida está en otra parte", de Milan Kundera.
Es un libro de 1967 pero yo lo leí este año. Por eso para mí es del 2005.

Disco del año
"Tangos", de Omar Mollo.
"Inconciente colectivo", de Fabiana Cantilo.
Premio compartido

Película del año
"El cadaver de la novia", de Tim Burton. Fue un año pobretón, por eso elijo la de Tim.

Cuento del año
"Los cuatro fantásticos", de Fabián Casas. Tampoco es un cuento de este año, pero como yo lo leí... etc. etc.

Recital del año
"Serrat 100 x 100", Serrat en el Gran Rex. La vuelta del Nano luego de su dura enfermedad. Intimista y conmovedor.

Scaramouche de oro
El premio se lo lleva mi ahijada Julieta. Su merito fue haber nacido en octubre de este año y sonreirme con tanta ternura.

Todos los ganadores podrán pasar a retirar sus premios por mi domicilio. Serán bienvenidos.
Cuando lleguen a Parque Chas pregunten por Scaramouche. Cualquier vecino les sabrá indicar.

martes, diciembre 27, 2005

Dijo Jacobo Fijman

Pavor de días y secretos de días.
Recogemos aromas de los días en el misterio de los misterios.

viernes, diciembre 23, 2005

Felicidades

Más o menos por setiembre del 2000, Lucho Bender estrenó su película "Felicidades", donde retrataba como nadie esa noche especial que es la Nochebuena. Un montón de historias que giran sobre un mismo eje. Después de esa película, ya no queda nada nuevo por decir sobre esta fecha.
La Nochebuena es especial. Quiérase o no, nadie puede abstraerse de esa noche y de todo lo que la rodea. Tanto creyentes como no creyentes. Nadie escapa a las generales de la ley.
Para algunos significará alegría, encuantros con amigos y familiares. Para otros es un bajón.
Por eso, para todos... para los que creen y los que no, los que están contentos y los que se bajonean, los que tienen con quien y con que brindar y los que no tienen nada... A pesar de todo, felicidades.
Felicidades de corazón. Porque todos nos merecemos ser felices.

miércoles, diciembre 21, 2005

Dijo Nicolás Guillén

Me duele que a veces tú / te olvides de quien soy yo: / caramba, si yo soy tú / lo mismo que tú eres yo.

lunes, diciembre 19, 2005

La rebeldía de un número 4

Hacía mucho que no posteaba alguno de mis cuentos. Decidí postear éste aunque es un poquito largo, porque me dio muchas satisfacciones. Fue publicado en el diario deportivo Olé el viernes 29 de abril de 2005. espero les guste:

La rebeldía de un número 4

La vi venir hacia mí, como una novia. Blanca y radiante. Bueno, en realidad ni tan blanca ni tan radiante, ya que tenía bastante uso, pero en ese momento, la vi de esa manera. Cortando el aire con su vuelo majestuoso y sin alas.
Me pareció una alucinación, o al menos un error. ¿Quién se iba a atrever a meter semejante cambio de frente, casi en la puerta de nuestra propia área? Pero el asunto es que ella viajaba sin boleto, como polizonte, buscándome. Si me apuran, creo que hasta me sonrió antes de llegar.
Habrá durado un par de segundos, no más, aunque me parecieron una eternidad. Pude ver la cara de Raúl, el centrohalf, pidiéndomela antes de que me llegue. Escuché el grito del Rana, nuestro arquero: “¡reventala!”. Oí a mi espalda a Don Chicho, el deté, acomodando al resto de la defensa, al tener la plena seguridad de que me sobraría y si ellos sacaban rápido, quedaríamos mano a mano. También pude divisar el brazo levantado de Superman, que la pedía desde el campo contrario, como si uno fuera Mandrake, para poder, desde mi posición, ponérsela en la cabeza.
Sin embargo yo estaba tranquilo. Sabía lo que debía hacer. O mejor dicho lo que no debía, pero iba a hacer.
Seguramente fue un error. Nadie tira un cambio de frente en ese lugar de la cancha. Y mucho menos a un marcador de punta. Y cuando digo marcador de punta digo eso: MARCADOR DE PUNTA. Que quede bien en claro, nada de lateral, ni carrilero por derecha, ni ninguna de esas fantochadas modernas. Yo soy cuatro. Marco, me tiro al piso, corro, le muerdo los tobillos a los rivales, les insulto a la vieja, me peleo con los linesman. Esa es mi función y la cumplo obediente, sin chistar.
Por eso cuando vi que me llamaba desde las alturas, que requería de mi compañía, que me miraba con esos gajos sensuales, engrasada y con ese afrodisíaco olor a pasto, no me pude resistir.
“Que se vayan todos a la mierda”, pensé. Y entonces me dispuse a sacar mi yo reprimido. Sentí que a pesar de haberla maltratado tanto, ella también me quería, aunque sabía en mi interior, que no tanto como yo a ella.
Apenas me tuve que elevar un poco, cuando llegó. Percibí el terror de mis compañeros, esperando el inevitable rebote contra mi humanidad y que posteriormente saldría disparada para cualquier parte como un resorte. Pero repito, yo estaba tranquilo. Confiaba en mí, porque ella decidió confiar en mí, y ni con una orden judicial me iban a hacer cambiar de opinión.
Arqueé los hombros y la maté contra el pecho para que caiga mansa y tranquila bajo mi botín derecho. Levanté orgulloso la cabeza, el Laucha que juega de ocho delante mío¾ me la reclamaba como a una deuda de honor. Yo no me resignaría a entregarla tan fácilmente. Era mía por derecho propio, era mía porque ella así lo quiso.
Continué con mi carrera, acariciándola apenas, cabeza erguida y espíritu templado. Es cierto que conté con la complicidad del wing de ellos que no se dignó a perseguirme, ni siquiera intentar molestarme, tal vez por desidia, tal vez porque intuía que mi esfuerzo era vano e inútil.
Seguí por mi franja, cuando Raúl me ordenó: “¡acá, al medio!”, pero a esa altura ya estaba sordo. Aproveché que Pitufo corrió hacia la derecha y se mandó un pique, esperando el centro y con él se llevó un par de contrarios a la rastra.
Fue entonces que cambié de ritmo. Enfilé en diagonal hacia el medio y a toda velocidad, con un solo objetivo en la mente: el arco. Pronto estuve sitiado por un montón de rivales que trataban de impedir mi cometido.
Con una tranquilidad pasmosa, giré levemente a la izquierda, la amasé, y me la llevé de taco entre la maraña de piernas que intentaban derribarme.
Ahora sí, había quedado frente al arquero. Detrás de mí sentía el galopar del dos y del seis de ellos, que venían como los bomberos, apresurados a apagar el incendio. Sabía que Pitufo se abría a mi derecha y Superman a mi izquierda, pero ya era una cuestión personal. Mis rivales y mis compañeros ya no contaban para nada.
Enfrenté al uno, que esperaba un burdo disparo, arrodillándose y haciendo la de Dios. “¡Pateá!”, gritó Superman, “¡pegale!”, ordenó Don Chicho, “¡matalo!”, pidió el Laucha. Pero no, yo ya había decidido hacerla completa. Con el portero inmóvil por delante, ensayé una gambeta, cambiando de un pie al otro, mientras lo dejaba atrás, mirando la nada.
Entonces quedé solo con el arco vacío. Y después de semejante hazaña, no podía concluir el asunto con un simple patadón. No sería digno de un caballero como yo, abandonarla allí adentro, solitaria en la red.
Me propuse que entraríamos juntos al paraíso. Que traspondríamos juntos la raya, para luego volver con ella acunada entre mis brazos, recibiendo abrazos y felicitaciones.
De pronto sentí en mis oídos como si tocaran la marcha turca, y todo un ejército se preparara para fusilarme, sin embargo era sólo el cuatro de ellos, que venía hacia mí desde mi flanco izquierdo, en su loca carrera.
Fue como reconocerme a mí mismo. Hizo lo que yo estaba acostumbrado a hacer. Desplegó todos los manuales del marcador, me dio una lección, un baño de humildad. Se lanzó con los tapones de punta, dejando a su paso una zanja más profunda que la de Alsina y me chocó justo sobre las canilleras.
Me pareció escuchar a mis compañeros dedicarme un responso mientras volaba despatarrado por el aire. Caí pesadamente, “¡penal!”, grité, “penal”, supliqué. Mientras el árbitro ordenaba “¡siga siga!”, el cuatro despejaba el peligro de un violento voleo de derecha.
Levanté la vista y me pareció que me observaba sonriéndose una vez más. “Yo no soy para vos”, parecía decirme mientras se alejaba por los aires, orgullosa, casquivana.

viernes, diciembre 16, 2005

Fedor Dostoievski, "Las noches blancas"

"Hoy ha sido un día triste y lluvioso sin un rayo de luz como será mi vejez. Me acosan pensamientos tan extraños y unas sensaciones tan lúgubres, se agolpan en mi cabeza unas preguntas tan confusas, que no me siento con fuerzas ni con deseo de contestarlas."

martes, diciembre 13, 2005

Sencillitas y al pie

Y dijo Anibal Troilo: "Todos somos el hombre más bueno de la Tierra"

Y dijo Sandro: "Yo puedo perder la vida, pero a la vida no me la pierdo"

Y dijo Niní Marshall: "Todavía me defiendo, pero nadie me ataca"

Y dijo León Gieco: "No me maten. A mi con la vida me alcanza"

Y dijo Ringo Bonavena: "Yo soy muy hombre, por eso puedo llorar donde me da la gana"

Y dijo Leonardo Favio: "Espero a la muerte como un amigo"

lunes, diciembre 12, 2005

Aquí estoy

Y aquí vuelvo. No tengo demasiado para decir.
Que tengo la garganta reseca.
Que ando conlos pájaros volados.
Que no comento en los blogs amigos porque no me siento bien.
Que mi mundo tal como lo conocía y lo había planificado, se acabó.
Que se termine de una vez por todas este año de mierda.

lunes, diciembre 05, 2005

Sepan disculpar

Dice Rafael Sabatini de su Scaramouche: "Nació con el don de la risa y con la intuición de que el mundo estaba loco. Y ése era todo su patrimonio."
Este Scaramouche que ustedes conocen, tiene la convicción de que el mundo más que loco está enfermo. Y perdió la risa.
Y las ganas.
Hasta pronto.