La vida está en otra parte

domingo, noviembre 27, 2005

Libros que te van marcando

Tal vez el domingo no sea el mejor día para postear, y estas líneas no lo lea nadie, pero la vorágine semanal no me permitiría contar estas pequeñas anécdotas sobre libros, a modo de confesión. Quien quiera leer, que lea. Quien quiera opinar, que opine. Sean todos bienvenidos.

Desde chico me gustaron los libros. Creo que sacar la cuenta de la cantidad de libros que leí en mi vida (la mayoría de ellos olvidables), sería imposible. Pero hay algunos que siempre se recuerdan. Son esos libros que te marcan para siempre. Que te mueven interiormente. Que te emocionan. Que después de leerlos, ya no sos igual.

“Una gata como hay pocas”, de Frida Schultz de Mantovani
Terminaba primer grado y me eligieron el mejor compañero. Aparte del orgullo de ser querido y reconocido por mis pares a edad tan temprana, ligué este libro en la fiesta de fin de año. Lo recuerdo con mucho cariño, especialmente por la dedicatoria de la señorita Angelita.

“Fábulas”, de Samaniego
Escritas en verso. Con muchos dibujos y colores. Lo recibí cuando tomé la comunión. Ahí me di cuenta que los libros serían muy importantes en mi vida.

“Los tigres de Mompracen”, de Emilio Salgari
Mis amigos querían jugar a SWAT, parecerse al teniente Harrison o al oficial Luca. Pero yo no. Yo quería ser pirata de la Malasia. Claro, me miraban como un bicho raro.

“El último de los Mohicanos”, de James Fenimore Cooper
Aventuras por doquier. Ese era mi mundo.

“David Copperfield”, de Charles Dickens
Ya comenzaba a mezclarse la emoción, los sentimientos. Aparecía la literatura.

“Moby Dick”, de Herman Melville
Aventuras y literatura podían ir de la mano. La novela por excelencia.

“Cien años de soledad”, de Gabriel García Márquez
No hace falta agregar nada más.

“El unicornio”, de Manuel Mujica Láinez
Regalo de mi hermano en una difícil etapa de mi vida. El libro que más me marcó, el más importante. No solo por esa historia tan fantástica y maravillosa, sino porque la literatura me impulsó a seguir adelante. Quizá exagere, pero en cierta forma, este libro me salvó la vida.

“Scaramouche”, de Rafael Sabatini
Que decir del viejo y querido Scara. Mi ídolo. Un modelo de vida, de honestidad, de compromiso. Y una historia bellísima.

“El astillero”, de Juan Carlos Onetti
La mejor manera de contar una historia.

“Una noche con Sabrina Love”, de Pedro Mairal
Los jóvenes argentinos también hacían literatura. Un excelente libro, bastardeado por una horrible película de cine.

“El suelo bajo sus pies”, de Salman Rushdie
Con la literatura se podía volar sin límites.

“Pedro Páramo”, de Juan Rulfo
La magia latinoamericana. El dolor latinoamericano.

“El nombre de la rosa”, de Humberto Eco
Este libro lo leí en unas vacaciones en Cancún. Si quieren algo que se lleve más a las patadas, aquí tienen.

“El amor enfermo”, de Gustavo Nielsen
Una historia sencilla, contada por un escritor joven, de una manera totalmente desenfadada. Ahí me di cuenta que yo también quería escribir.

“La vida está en otra parte”, de Milan Kundera
El mejor. El más grande. Después de leerlo, nada volvió a ser igual.

“Desgracia”, de John Coetzee
Se podía describir el dolor sin caer en los golpes bajos. Un libro para las minorías, es decir para todos. Porque de alguna u otra forma todos ocupamos una parte de una minoría.

“La naranja mecánica”, de Anthony Burgess
Arte y rebelión. Difícil de leer. ¿Leerlo con las aclaraciones? ¿Leerlo de corrido? Lo empecé y lo dejé arrumbado unas cuantas veces, hasta que le puse mi propio significado a las palabras raras y quedé falseado.

No quiero olvidarme de los cuentos de Cortázar, de Borges, de Castillo, de Saer, de Kafka, de Poe, de Moupassant, de Chéjov. Pero esa es otra historia.

viernes, noviembre 25, 2005

Dijo Edgar Alan Poe

Y así por ser joven y profundamente loco, me enamoré de la melancolía.

miércoles, noviembre 23, 2005

Dijo Charles Bukowski

Y la tristeza se hace tan grande
que la oigo en mi reloj.

martes, noviembre 22, 2005

Roberto Arlt, "Los siete locos"

Sí, llegará un momento en que la humanidad escéptica, enloquecida por los placeres, blasfema de impotencia, se pondrá tan furiosa que será necesario matarla como a un perro rabioso.

lunes, noviembre 21, 2005

Armando el cronograma de vacaciones

Ordenó Boss, "¡Scaramouche, a mi oficina!".
Scara levantó su cuadernito y se dirigió al matadero. Golpeó la puerta y entró antes de que lo autoricen. Boss le arrojó una mirada sanguinaria.
-Siéntese Scara, deme una mano, vamos a armar el cronograma de vacaciones.
Boss ya tenía armada una planilla de excel con la cantidad de días que le corresponden a cada esclavo. Por el rabillo del ojo Scara pispeó: "Pitufina 14 días, Sor Juan 14 días, Gatúbela 35 días, Lancelot 21 días, Scaramouche 21 días...". ¿Cómo?
-Ehhhh, perdón jefe, pero el cuadrito está mal.
-¿Por qué? -escupió Boss.
-Dice Scaramouche 21 días, y en realidad corresponden 28 -dijo tímidamente.
-¿Usted está loco que se va a ir por 28 días de joda?
-Ley 20744, Título V, capítulo I, artículo 150 -respondió mientras pensaba "Gordohijoderemilputasylaputamadrequeteremilparió".
-No sé, no sé -lo voy a pensar.
Y Scara se volvió a su escritorio, un poco confundido.

martes, noviembre 15, 2005

Cinta testigo

Lunes 21.45 hs. Camino por Uruguay hasta Corrientes en busca del subte. Siempre me arrepiento de dejar el Ká en casa cuando salgo tarde de la oficina. No tengo ganas de volver. Encaro para Talcahuano. Entro en librería de saldos. Revuelvo un poco. Nada me satisface. Necesito compañía, alguien que me hable al oído. Entonces lo veo, sucio y gastado. Tres pesos. "Cinta testigo", un libro de Sergio Marchi del año 2002. Reportajes y anécdotas de personajes emblemáticos de la radio de todas las épocas. Lo llevo. Ellos me hablarán al oído toda la noche.
¡Cuántas sorpresas me llevé! Que interesantes pueden resultar algunos personajes a los que poco les presté la oreja. Qué insulsos otros.
El que más disfrute, Eduardo Aliverti. El que más me conmovió, Héctor Larrea y Omar Cerascuolo. El que más me hizo reir, Hugo Guerrero Marthineitz. El que más me sorprendió, Fernando Bravo. A quién más me gustaría escuchar ya y ahora, Nora Perlé. El más profesional, Juan Alberto Badía. El más creativo, Bobby Flores. La más simpática, Graciela Mancuso. El más desconcertante, Antonio Carrizo. El más insulso, Mario Pergolini.
¿Qué raro, no? Pensé que por una cuestión generacional, Pergolini iba a ser quien diga las cosas más interesantes, pero no. Poco y nada.
De todos los que nombré y de los que figuran en el libro, Mario y Bobby son los más jóvenes y ambos pasaron los cuarenta. ¿Hay alguna camada posterior, de gente de mi edad, que valga la pena? Si existe me la perdí.
Quiero escuchar radio y mi único horario disponible es la noche.
Escucho propuestas.

lunes, noviembre 14, 2005

Parado sobre el barro

Parado sobre el barro, me hundo sin remedio. Tal vez, la tierra en un reflujo, me vomite a la superficie. Por ahora me dejo llevar.
Para elevarse hay que tomar impulso. Agacharse para saltar con más fuerza.
¿Será eso? ¿Estaré tomando impulso? No lo creo.
Sólo una palabra sale de mi boca: basta.
Basta, ya.
Trato de ver hacia adelante. Un telón negro me impide ver. Trato de correrlo, pero hay otro y otro más. Y otro más.
Entonces me quedo parado. Parado sobre el barro. Pero no es cualquier barro. Son mis pies que se deshacen. Y ahora mis rodillas y mi cadera y todo mi cuerpo.
Y me duele vivir y entonces digo basta.
Mentalmente repaso mi vida. En esa película tengo un papel secundario.
Me encomiendo Dios o a los ángeles o a quien sea. Me arrepiento de todo. Absolutamente de todo. Imploro perdón. Deseperadamente imploro perdón por todos los pecados que jamás cometí.
Y vuelvo a decir basta.
Basta ya.

miércoles, noviembre 09, 2005

Dilemas

¿Existe la amistad entre el hombre y la mujer?
¿Los extraterrestres construyeron las pirámides de Egipto?
¿Quién es el sexto grande?
Si el el homre desciende del mono, y Adán fue el primer hombre: ¿no es posible que Adán fuera un mono?

En realidad los dilemas que no me dejan dormir son otros; personales, egoístas y sufridos.
Mejor hagamos de cuenta que son los enunciados anteriormente.

martes, noviembre 08, 2005

Sueño en grande

Soñé que era Alejandro Magno. Liberé ciudades del yugo persa. Fui aclamado por las multitudes. Me colmaron de regalos y presentes. Tuve esposas y amantes. Hablé con Zeus, mi padre.
Se me apareció Hefestión. Por suerte me desperté.

viernes, noviembre 04, 2005

Sofisma y profecía

Caminaba por esa tierra desértica, muerta, dando pasos largos, en contra del viento que le pegaba en la cara, como un chicotazo, los mechones transpirados.
Hundía sus botas en la arena, continuando con andar cadencioso. Cada tanto levantaba la vista al cielo azul, implacable. El sol lastimaba la superficie rala, sobre el camino desierto. A diestra y siniestra, sólo fósiles.
Al avanzar reía. En vida debió conformarse con migajas, pero ahora se cumpliría la profecía y recibiría gloria y poder tal como prometió su padre. La seducción del poder marcó cada uno de los segundos de su existencia y ahora sería recompensado.
Por fin llegó a la caverna. Entró sin vacilar. El ambiente era fresco comparado con el exterior apocalíptico. Disminuyó el paso, para prolongar el goce del momento.
Al fondo del pasadizo, la cueva se ampliaba formando una circunferencia. Un ángel lo recibió y lo hizo sentar en una silla de paja. Le quitó las botas y le lamió los pies curando las llagas con su saliva.
—Su padre ya lo atiende, está muy orgulloso de usted —dijo el serafín retirándose con una reverencia.
Sentado en su silla, contempló la habitación. Frente a él, un escritorio sencillo y detrás de éste, colgado sobre la pared, el retrato de su querido padre.
Volvió a sonreir lleno de satisfacción. La tarea estaba cumplida. Había vencido.
Con la mirada fija en el retrato, pensó en cuanto se parecían. Por algo lo había concebido a su imágen y semejanza.
Sumergido en estos pensamientos, como quien quiere ahuyentar el cansancio, se pasó las manos por la cara y luego las subió acariciándose la cabeza y los cuernos de carnero.